21 de mayo de 2012

Calle de Fernando VI



La calle de Fernando VI se encuentra situada en el Distrito Centro, Barrio de Justicia. En el siglo XVII se llamaba calle de las Flores o calle de Florida. No está muy claro, pero una de las hipótesis dice que debía su nombre a que en esta zona se encontraba el palacete donde residía doña María de la Vega, condesa de Florida. 


Esta calle formaba parte de un tramo de la que hoy es calle de Mejía Lequerica y parte de otro tramo de la calle del Barquillo. El diario El Globo de 1875 se hace eco de la noticia de “la ampliación de la calle Fernando VI continuando por la de la Florida”. A principios del siglo XX, el cronista de la Villa, Pedro de Répide, que escribió algún artículo bajo el seudónimo de “el ciego de las Vistillas”, nos refiere que la calle todavía conservaba algunas casas bajas del siglo XVII bastante pintorescas y notables. 


Con el pasar del tiempo se convirtió en una calle con mucho movimiento de transeúntes al ser muy comercial. Abundaban en ella sobre todo zapaterías y sombrererías. Una de estas últimas era la sombrerería de señoras “Frou-frou” de la que, allá por 1903, decían las malas lenguas que era un disimulado templo del amor. También a principios del siglo XX, en el número 2, abrió la “Librería Agrícola”, recientemente transformada en la zapatería de lujo Le Marché Aux Puces. En el número 3, en 1925, se encontraban los “Almacenes Ripoll”, edificio de dos plantas obra del arquitecto Francisco Reynals Toledo, posteriormente ocupado por Cervecerías Santa Bárbara, que lo coronó con ocho pingüinos y que actualmente está abandonado. 


A finales del XIX, en el número 5 tenía su comercio D. Manuel Muñoz Amor, en el que rezaba el rótulo: “químico, tintorero y quitamanchas”. En 1849, en el número 10 se ubicaba el depósito de vinos del señor barón de Monte-Villena. En el número 12, los “Almacenes Enrique del Campo”, de hierros, aceros y maquinaria. En el número 17, desde 1849 hasta 1913 que liquidó todas sus existencias, tenía su sede “Calzados Les Petits Suisses”, hoy en día ocupado por la librería Antonio Machado. En 1920, en el número 23 había un comercio de maquinaria y herramientas para madera, hoy pastelería al estilo provenzal Mamá Framboise. 

©M@driz hacia arriba

De gran importancia fue también en el número 10 desde 1902, la fábrica de carruajes Lamarca Hermanos, edificio fantásticamente restaurado en 2010; la segunda Farmacia Militar de Madrid en el número 8 y en el número 6, el Instituto de Física Terapéutica del doctor Decref fundado en 1893. Afortunadamente aún sobrevive desde 1905 el Palacio de Longoria, edificio modernista hoy propiedad de la SGAE; desde 1914 se mantiene la confitería-pastelería La Duquesita y, ya desde mediados del siglo XX, la Gran Pescadería-Marisquería Fernando VI desde 1955 y la cestería Sagón desde 1956. 


Fuentes: La Época, El Heraldo de Madrid, El Globo, La Ilustración Española y Americana.
 M@driz hacia arriba©2006 | Manuel Romo

8 de mayo de 2012

Parque del Retiro


J.A.Colmenar s.XVIII

El Parque del Retiro fue una iniciativa del conde duque de Olivares que para llevarla a cabo, hizo que el Ayuntamiento costeara un lujoso complejo ajardinado como parque palaciego, donde el rey Felipe IV se pudiera divertir. 


El complejo se levantaría sobre una extensión de 145 hectáreas, terrenos cedidos a Gaspar de Guzmán y Pimentel por el duque de Fernán Núñez, junto al monasterio de los Jerónimos y relativamente cercanos al Real Alcázar. 


Dicen que fue llevado a cabo por más de mil trabajadores, bajo la supervisión de los arquitectos Giovanni Battista Crescenzi (1577-1635) y el albaceteño Alonso Carbonell (1583-1660). 


En dichos terrenos se levantó un palacio para el rey, que lo habitó desde 1632, un teatro, la Leonera, el Salón de Reinos, la Pajarera de aves exóticas, la Plaza grande (1635), el Casón o Salón de Baile (1637), el Coliseo (1639), el Estanque de las campanillas, etc. 


En 1643 todo el conjunto quedó terminado. Pero durante los sucesivos reinados fue engrandecido con el Parterre, la Real Fábrica de Porcelana, el Observatorio Astronómico, la Casita del Pescador, la del Contrabandista, la Montaña Artificial, el Palacio de Cristal y el de Velázquez. 


Lo completaron con avenidas y paseos como el de las Estatuas, con fuentes como la de los Galápagos, la de la Alcachofa y la de El Ángel Caído, con jardines y rosaledas como la de Cecilio Rodríguez. 


Con un Quiosco para representaciones musicales, riachuelos artificiales y varias ermitas comunicadas, a través de la Ría chica y la Ría grande, con el Estanque Grande (1633), donde los nobles contemplaban naumaquias o batallas navales y donde podían pasear en una de las doce góndolas adornadas de oro y plata, enviadas desde Nápoles por el duque de Medina de las Torres o en la embarcación que, dicen, decoró Zurbarán. 


A pesar del delirio de fastuosidad, por su mala construcción, fue considerada en la época una obra “deslabazada y cuartelera”. Su construcción obligó a subir desmesuradamente los impuestos a los madrileños y tan escandalosa fue la subida de tributos, que la población decreció tanto, que tuvieron que bajar los presupuestos para la explotación de las riquezas de América y los dedicados al ejército. 


Fuente: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps.
M@driz hacia arriba©2006 | Manuel Romo

23 de abril de 2012

Esto es el Rastro, señores…


Su origen se remonta a lejanos tiempos medievales, allá por los siglos XV y XVI y desde hace ya muchos años se ha convertido en toda una institución. Está situado en la cima de un cerrillo donde se encontraba el antiguo matadero de cerdos, en el triángulo formado por las calles de Toledo, Embajadores y Ronda de Toledo.
Una vez que se hubo trasladado el matadero a su nuevo emplazamiento, comenzaron a agruparse en su lugar curtidores, chamarileros, fabricantes de zapatos y sebos, anticuarios, etc, y poco a poco se fueron sumando gremios hasta convertirse en el mayor y más importante mercadillo de España. Se le puede considerar el primer centro comercial... de “lo usado”.

Tiene incluso su horario oficial de 9 a 15 horas, las mañanas de domingos y festivos. Es el centro comercial del batiburrillo, del trapiche, del rebusque y del regateo. Pero, a pesar de su aparente caos, el Rastro está organizado en secciones más o menos diferenciadas: ropa militar y deportiva en Ribera de Curtidores, departamento de arte en San Cayetano, almoneda y ropa usada en Mira el Río, restauración en Cascorro, sección música, cromos y librería en plaza del Campillo del Mundo Nuevo, minerales en Vara del Rey, etc.

En el Rastro se pone a la venta todo lo imaginable para regocijo de madrileños y forasteros: gangas, rarezas y curiosidades. En el Rastro la gente va, viene, sube y baja la Ribera de Curtidores entre dos líneas de toldos y cientos de tenderetes en donde los vendedores de cualquier tipo de género pregonan a voz en grito sus mercancías ya sean jabones, ratoneras, cuadros, corbatas o barajas.
Echando una ojeada desde lo alto de la plaza donde se encuentra el monumento a Eloy Gonzalo, héroe de Cascorro, resalta la oleada de cabezas ante un fondo de tejados rojizos y una franja de cielo no tan azul. En los ocasionales tinglados domingueros cuelgan telas de ropas multicolores, reflejos dorados de braseros, jaulas apiñadas donde trinan multitud de canarios.

Un niño grita con dos gruesos volúmenes entre sus brazos que vende barata su colección de Mortadelo, un chulapo entrado en años pregona a los cuatro vientos sus deliciosos barquillos y un patriarca gitano te “semienseña” un muestrario de flamantes ¿Rolex?. Todo tiene cabida en el Rastro, aunque sea de procedencia un tanto dudosa. Más de un consistorio ha intentado modificar la historia del Rastro cambiándole de ubicación. Suerte que fue declarado Patrimonio Cultural del Pueblo de Madrid en el año 2000. 


M@driz hacia arriba©2006 | Manuel Romo

12 de abril de 2012

Cárcel de Corte, Palacio de Santa Cruz y Ministerio de AA. EE.


Fue mandada construir por Felipe IV en 1629 para albergar las dependencias de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte y de la Cárcel de Corte. El edificio se encuentra situado en la plaza de la Provincia número 1, presidido por la fuente de Orfeo, junto a la Plaza Mayor. Es una de las construcciones más significativas del Madrid de los Austrias. El proyecto fue realizado por el arquitecto madrileño Juan Gómez de Mora (1586-1684) y las obras de construcción fueron dirigidas por Cristóbal Aguilera entre los años de 1629 y 1636, junto con otros arquitectos madrileños de la talla de José de Villarreal, Bartolomé Hurtado García y José Olmo.

El palacio, inspirado en una mezcla de la arquitectura clásica italiana y española, es de planta rectangular y consta de dos patios cuadrados interiores simétricos que, además de organizar coherentemente el espacio, permiten una generosa ventilación y la entrada de luz natural. Ambos patios están divididos por un espacio central haciendo las veces de acceso al edificio y de distribuidor al resto de dependencias.

La composición de la fachada es simétrica lo que confiere al edificio una acusada proyección horizontal que sólo se ve alterada por los dos torreones de los cuerpos laterales acabados en chapitel y con la superposición de los dos niveles de triple vano que componen la portada principal. En cuanto a sus decoraciones, destaca el típico cromatismo de los materiales que imponía la época, ladrillo visto y granito, empleados en su construcción y las esculturas centrales que coronaban el escudo imperial y de las que hoy solamente queda una, el ángel. La estrechez de algunas de las dependencias y la falta de espacio obligaron a ampliar y reformar el inmueble, como se desprende de las obras que se realizaron entre 1648 y 1662 y entre 1662 y 1670.

En 1767 pasó a llamarse Palacio de Santa Cruz y se dispuso que sólo permanecieran en el palacio las dependencias de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, trasladándose la cárcel al Oratorio Salvador del Mundo, a espaldas del edificio, donde estuvo hasta 1846 en que fue trasladada a la Cárcel del Saladero. Un incendio ocurrido en 1791 destruyó casi por completo la cubierta del edificio y la torre con chapitel que daba a la calle del Salvador. Con la instauración del liberalismo durante el siglo XIX, el edificio pasó a albergar instituciones más acordes con el nuevo sistema constitucional. En la actualidad alberga las dependencias del Ministerio de Asuntos Exteriores.
En 1996 fue declarado Bien de Interés Cultural. 

Fuentes: Madrid histórico, Juan Cato.
M@driz hacia arriba©2006 | Manuel Romo

2 de abril de 2012

Madrid


A la orilla de un pequeño río, el Manzanares, había una fortaleza mora. Al emplazamiento lo llamaron Magerit. El río continúa siendo pequeño, la fortaleza ya ha desaparecido, pero Magerit ahora se ha convertido en Madrid, capital de España. Felipe II trasladó en 1561 la Corte de Toledo a Madrid porque quería para su recién estrenado imperio una nueva capital que aún no estuviera tan cargada de historia.
Es entonces cuando realmente empieza la nueva y gloriosa historia de esta antigua villa. Alrededor de la imponente Plaza Mayor, por aquél entonces Plaza del Arrabal, se concentran los primeros pobladores capitalinos, gente de piel oscura, porque aún corría por sus venas la sangre de los moros. En la calle de Toledo, la calle Mayor y un sinfín de bocacalles, desde primera hora de la mañana los comerciantes exponían sus mercancías en el suelo o en precarios tenderetes.

El estilo arquitectónico que imperaba era el llamado barroco español, piezas de ladrillo rojo con bloques de piedra granítica. Bajo el reinado de Carlos III, rey de las dos Sicilias, la ciudad se convirtió en una verdadera ciudad europea. África ya no empezaba en los Pirineos. Mandó construir el Prado y el Palacio Real. Fundó el Jardín Botánico, hoy bordeado por pequeños puestos de libros, e instauró también el servicio municipal de limpieza.
El Prado es ahora el museo nacional de España, donde se exponen todos los grandes. Y para entender Madrid, deberíamos empezar por hacer una visita a ese Prado, y a Goya, el pintor más madrileño. Visiones alucinantes y fascinantes sobre la vida, desde juegos populares hasta fusilamientos, desde retratos de nobles hasta de personajes del Rastro.

Y allí también está Velázquez, osado retratista de los infantes, y Ribera, el sombrío, y Hiëronymus Bosch, llamado El Bosco. Detrás del Prado se encuentra el Parque del Retiro, en su momento el jardín de los monarcas, donde las niñeras paseaban por las tardes a los niños guapos de los ricos y donde las ancianas se dejaban pasear en calesas.
En el Retiro, por excelencia el parque de Madrid, hombres y mujeres, chicos y chicas de toda clase y condición, al igual que hoy, deambulaban o se sentaban a disfrutar de la sombra y del frescor del ambiente. Pero en otra época allí se vivió, más que en cualquier otro sitio de la ciudad, el espíritu “fin de siècle”, esa vistosa ostentación que ya es imposible encontrar hoy en día.

Pero, aparte de este parque, percibimos otro tipo muy diferente de atmósfera en pequeñas plazas intimistas de Madrid, de las que unas cuantas quedan aún y en las que ha logrado sobrevivir algo del ambiente familiar de antaño, de la buena vida conservada a duras penas por las tradiciones, una vida un tanto familiar casi como la que se hacía en provincias.
Porque Madrid, de acuerdo, ahora es una gran metrópoli, sin embargo, todavía quedan pequeñas reminiscencias de ese agradable ambiente provincial en miles de sitios, así como en los hogares y supongo que en muchas de las costumbres de la gente que los habita. 


M@driz hacia arriba©2006 | Manuel Romo

13 de marzo de 2012

Arco del Dos de Mayo


Este arco tan sencillo vale por todos los arcos de triunfo, aunque estuvieran labrados en mármoles y adornados por toda la opulencia de la riqueza y el arte.
Es la puerta de entrada al antiguo palacio de Monteleón, extensa mansión de los marqueses del Valle y duques de Monteleón y de Terranova, descendientes de Hernán Cortés, que se extendía desde la trasera del convento de las Maravillas hasta la ronda de Fuencarral, hoy calle de Carranza.

En este suntuoso y dilatado palacio vivió la duquesa de Terranova, que fue camarera mayor de la reina María Luisa de Orleáns, y más tarde sirvió de morada regia pues habitaron en él la reina, ya viuda de Felipe V, Isabel de Farnesio y los infantes don Luis y doña María Antonia.
Una vez que dejó de utilizarse como residencia de linajudos habitantes pasó a ser parque de Artillería, destino en el que habría de ser inmortalizado su nombre por la memorable defensa que de él hicieron el 2 de mayo de 1808 unidos el pueblo y los soldados, contra las fuerzas napoleónicas.

De todo el imponente edificio sólo ha llegado hasta nuestros días lo que fue su puerta principal, ante la que se desarrollaron las conocidas escenas de heroísmo, donde cayó muerto el capitán cántabro D. Pedro Velarde y Santillán (1779-1808) y donde fue herido mortalmente el capitán sevillano D. Luis Daoíz y Torres (1767-1808). Desde el año de 1868 es la villa de Madrid la propietaria del arco de Monteleón o del Dos de Mayo, que lo cercó con una verja y lo destacó en el centro de la plaza. 


Fuentes: "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería”.
M@driz hacia arriba©2012 | Manuel Romo

6 de marzo de 2012

Casa de los penes


Este curioso edificio se encuentra ubicado en la calle de Montserrat número 12, barrio de Universidad y, al día de hoy, destinado a discretas viviendas populares. En su fachada de revoco, además de símbolos sexuales como seis penes esgrafiados, dos por cada planta, y en medio de cada pareja fálica un símbolo que parece representar una vagina –aunque estas son algo más abstractas y podrían ser lo que la imaginación le dicte a cada uno-, hay también esgrafiado una especie de lazo o podría ser el símbolo matemático para representar lo infinito, con una fecha en su interior, IV-1912. Se ha especulado mucho sobre si podría ser simbología masónica, dibujos de inspiración freudiana o simplemente representaciones esotéricas.

Hablando con un amable vecino de edad más que provecta, inquilino desde su nacimiento en el edificio, éste aventura que en su día la casa pudo estar destinada a lupanar, ya que en la antigüedad, al igual que en muchas ciudades de Europa, se señalaba con símbolos semejantes a este tipo de comercios, como reclamo para los asiduos visitantes de los prostíbulos. Otra teoría es que, como en Roma, las representaciones de falos erectos y demás símbolos sexuales en las fachadas traía buena suerte a los inquilinos de estas casas, por aquello de la fertilidad. En el Centro Cultural del Conde Duque, donde se encuentra el Archivo de Villa, se conserva el expediente de esta edificación. Parece que en Madrid los modernistas no gozaban de muchas simpatías, se les tildaba de irracionales y aberrantes por salirse del conservadurismo de la época y por tanto de la arquitectura oficialista, y quizá por esta razón su arquitecto fue un tanto desconocido y del que apenas se pueden obtener datos personales, tan sólo su fecha de titulación (1897) y por supuesto su nombre, Arturo Pérez Merino.

El proyecto del edificio en cuestión se debió a un encargo de D. Luis Navarrete, un promotor de la época que hizo de apoderado para una desconocida y adinerada dama que se dedicaba a construir viviendas para alquiler. También se sabe que Pérez Merino proyectó otra media docena de edificios en Madrid, todos ellos de un modernismo ecléctico, y por ser casi todos los proyectos de escaso presupuesto, eran populares y baratos, ideales para viviendas que estuvieran al alcance de la clase media. Entre sus obras más llamativas y, que aún se conservan, está la casa de la calle de Hortaleza número 96, donde se pueden apreciar unas originales ménsulas con forma de serpiente y la casa de la calle de Don Pedro número 4, en la que sobre el dintel de un vano central de la primera planta, un dragón se enrosca alrededor de la firma del arquitecto. 


Fuente: “Madrid modernista: guía de arquitectura”, Da Rocha y Ricardo Muñoz.
M@driz hacia arriba©2012 | Manuel Romo

1 de marzo de 2012

San Manuel y San Benito


Largo y tendido han hablado otros blogs “madrizleños”, especializados en este tipo de construcciones, sobre esta soberbia iglesia neobizantina, pero tenía desde hacía bastante tiempo preparadas las fotos comparativas y no era cuestión de arrinconarlas en una carpeta del disco duro.
La iglesia de San Manuel y San Benito se encuentra ubicada en la calle de Alcalá número 83, en la confluencia con las calles de Lagasca y Columela, frente al parque del Retiro. Fue construida entre 1902 y 1910, por iniciativa del empresario catalán don Manuel Caviggioli Manau y su esposa doña Benita Maurici Gaurán, que donaron generosamente para su construcción un extenso solar de mil setecientos cincuenta y nueve metros cuadrados. El templo tomó su advocación en honor de tan generosos benefactores.

En un principio se destinó como residencia e iglesia para los Padres Agustinos y hoy en día es también iglesia parroquial bajo la advocación del Redentor. Es obra del arquitecto romano Fernando Arbós y Tremanti (1840-1916). Este edificio es quizás uno de las mejores muestras de la arquitectura neobizantina madrileña, junto con el Panteón de Hombres Ilustres, también realizado por el mismo arquitecto. Su planta es de cruz griega, con una gran cúpula sobre pechinas, donde se representan los cuatro evangelistas.

Destaca en su interior la capilla de la Epístola, con un altar de mármol blanco de Carrara, flanqueado por los sepulcros del matrimonio mecenas. De su fachada, destaca la torre con claras influencias de los campaniles italianos. Una restauración de la Iglesia en el último tercio del siglo XX, corrió a cargo del arquitecto José Antonio Arenillas

M@driz hacia arriba©2012 | Manuel Romo

21 de febrero de 2012

Cine Doré


El primer cinematógrafo de Madrid fue instalado en 1896 por un concesionario de Lumière en los bajos del desaparecido Hotel de Rusia, en la Carrera de San Jerónimo. A comienzos del siglo XX las películas se proyectaban en salones, barracones itinerantes, teatros o salas de espectáculos. A medida que aumentó el metraje de las películas, se fueron construyendo barracones fijos en solares vacíos. Las estructuras de estos locales seguían siendo fundamentalmente de madera, pero poco a poco, se fueron añadiendo paredes de mampostería, decorados de escayola y adornos que atrajesen al público. El Salón Doré es uno de esos primeros locales cinematográficos de Madrid, que nació como un centro social, lo que entonces se llamaba "un salón", inaugurándose en 1912 en su actual emplazamiento de la calle de Santa Isabel, número 3, en el barrio de Antón Martín. Tenía capacidad para 1.250 espectadores y estaba compuesto de planta baja y dos pisos, jardín y salón de fumadores.

Pero es en 1923 cuando se construye el Cine Doré tal como hoy lo conocemos. El proyecto databa de 1922 y los planos estaban firmados por el arquitecto madrileño Críspulo Moro Cabeza (1878-1935), bajo el patrocinio del industrial Arturo Carballo Alemany. La licencia de construcción está fechada el 17 de octubre de 1922. El estilo modernista  que se adoptó para el Doré era el habitual en los cinematógrafos de principios de siglo y era coherente con la arquitectura que se estaba realizando entonces en Madrid. En los años inmediatamente posteriores a su inauguración, el Cine Doré debió de ser bastante famoso y el negocio, próspero. Prueba de ello son las obras de ampliación que se llevaron a cabo en su interior en 1924 a petición del entonces arrendatario Aurelio Ruiz, que encargó al arquitecto Manuel López-Mora Villegas una nueva distribución de palcos en la última planta y en los laterales.

Las proyecciones se efectuaban con la interpretación de los temas musicales por una orquesta y unos coros. La existencia del Cine Doré llegó a verse afectada por el paulatino declive del barrio de Antón Martín. A partir de los años treinta, el Cine Doré se configuró como una sala de reestreno, con dos sesiones diarias. Hasta su cierre, en 1963, fue un cine de barriada, conocido popularmente como el "Palacio de las Pipas" hasta 1982, en que la Corporación Municipal adquiere el edificio por su interés arquitectónico, permaneciendo desde entonces abandonado a su suerte, en especial la fachada y los muros exteriores. 

Tras su compra por el Ayuntamiento y la firma del acuerdo de cesión al Ministerio de Cultura, se decide destinarlo a local estable de proyecciones para la Filmoteca Española, y se inicia la restauración, con cargo a este departamento, por el arquitecto madrileño Francisco Javier Feduchi Benlliure (1929-2005), conservando los elementos arquitectónicos y decorativos del antiguo edificio y procediendo a la construcción de una segunda sala en su parte inferior. El hall central se restaura y habilita para que albergue una cafetería y una librería, respetando su característica estructura de patio rectangular con balconada e iluminado por un lucernario central. Las obras se prolongarán hasta 1989, quedando el cine inaugurado en febrero del mismo año. Existe la creencia de que el nombre es un homenaje al grabador e ilustrador francés Paul Gustave Doré (1832-1883). Otra idea es que su nombre real fuera Cine DO-RE, posiblemente en alusión a las dos primeras notas musicales y, de hecho en fotografí­as de la década de los 60 se puede ver que efectivamente perdura el nombre del cine con un guión entre las dos sílabas que, posiblemente se olvidaron de repintar en la última restauración. 

Fuente: Filmoteca Española
M@driz hacia arriba©2012 | Manuel Romo

14 de febrero de 2012

Museo de Historia de Madrid


El Museo de Historia de Madrid, situado en la calle de Fuencarral número 76, ocupa parte del edificio que en el siglo XVIII se destinaba a Real Hospicio del Ave María y Santo Rey Don Fernando. Este último parece tener sus orígenes en la Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María creada allá por 1612, cuando el sacerdote Simón de Rojas comenzó a acoger “pobres de oficio, vagos de profesión y desamparados verdaderos” en una casa prestada a la que llamó Hospicio general de pobres del Ave María.

El religioso muere en 1624 y en 1668 la misma congregación funda otro hospicio en unos locales de la calle de Santa Isabel. Se trasladan hacia 1673 a unas casas de la calle Alta de Fuencarral, edificadas sobre los solares de los Pozos de la Nieve, bajo el patrocinio de la entonces reina gobernadora Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV.
Ya en el siglo siguiente, durante el reinado de Felipe V, se ordena levantar un nuevo edificio diseñado por el arquitecto madrileño Pedro de Ribera (1681-1742) y construido entre los años de 1720 y 1726. Abarcaba una superficie mucho mayor que la actual y el proyecto fue impulsado por el corregidor de Madrid, el soriano Marqués de Vadillo (1646-1729).

La importancia de la institución del Hospicio del Ave María quedó reflejada en el magnífico complejo organizado por Pedro de Ribera, en el que nuevamente conjugaba la sencillez de las líneas generales con la profusión ornamental de una portada retablo.
La decoración escultórica de la portada, esculpida por el asturiano Juan Alonso Villabrille y Ron (1663-1732), es el mejor prototipo del característico barroco madrileño del primer cuarto del siglo XVIII y resume en ella la simbología del edificio, coronándola con una imagen del santo titular, San Fernando. 

La presencia de óculos, florones, estípites, guirnaldas y cortinajes se articulan con un dinamismo y profusión que perturban un poco el espacio, pero no dejan de hacerlo con una gran armonía. Otra de las partes, afortunadamente, salvadas de la piqueta fue la capilla, que se cree que fue trazada por José de Arroyo antes de 1695 y para la que expresamente se encargó a Luca Giordano el lienzo, San Fernando ante la Virgen.
A principios del siglo XX, el edificio se encontraba en una situación tan ruinosa que se optó por su demolición, pero la Sociedad Central de Arquitectos junto con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y apoyados por la opinión pública, consiguieron paralizar el proceso de derribo.

En 1919 los maltrechos restos fueron declarados Bien de Interés Cultural y adquiridos por el Ayuntamiento de Madrid y, habiendo cesado su función de Hospicio en 1922, se ordenó su demolición en 1923, eso sí, conservando de la fábrica original la fachada principal, la primera crujía y la capilla. En 1924 se encargó al arquitecto logroñés Luis Bellido (1869-1955) la restauración y rehabilitación del nuevo edificio para albergar el Museo y Bibliotecas Municipales. Bellido afrontó este trabajo respetando lo conservado y adaptando el resto a las nuevas actividades.

Ha sido posteriormente rehabilitado en varias ocasiones, especialmente después del traslado de la Biblioteca Municipal al Centro Cultural del Cuartel del Conde Duque, momento en que el arquitecto Joaquín Roldán recuperó el espacio destinado a capilla para sala de arte y de conferencias, pasándose a llamar entonces Museo Municipal. En 1995 fue restaurada la portada, bajo la dirección de los profesores de petrología José María García de Miguel y Lázaro Sánchez Castillo.
En 2002 se vuelve a rehabilitar la fachada en todo su perímetro y se acondiciona la accesibilidad, finalizando las obras en 2006. Al poco tiempo de su reapertura se vuelven a acometer obras para la adecuación a los modernos criterios museográficos, concluyéndose éstas, por fin, a finales del pasado año 2011. 


Fuentes: "Archivo Histórico Regional", "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "Ayuntamiento de Madrid", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo de Historia de Madrid".
M@driz hacia arriba©2012 | Manuel Romo