16 de diciembre de 2011

Cuchillería Viñas


Su razón social reza que está situada en la calle de Atocha, número 62, aunque su entrada la haces por el angosto Pasaje Doré, junto a la plaza de Antón Martín. Se trata de un pequeño negocio familiar fundado por Arturo Viñas allá por el año de 1925, que comenzó especializándose en productos de perfumería y que llegó a tener tal éxito desde sus comienzos, que pocos años más tarde decidió ampliarlo incluyendo también artículos de cuchillería.
A pesar de la poca relación existente entre estas dos especialidades dentro de un mismo local, ambas se vendieron con gran éxito. Hay que reseñar que los afamados perfumes de Viñas se importaban directamente a granel nada menos que desde París y, según cuentan, que su calidad era excelente. No se sabe a ciencia cierta por qué razón pero, pasado un cierto tiempo, les llegó la orden de prohibición para la importación de tales perfumes parisinos y tuvieron que limitarse exclusivamente a la venta de cuchillería, sin que este inesperado contratiempo mermara la atención de los clientes.

Posee aún, con ligeros cambios, su fachada original de un llamativo color rojo, fachada un tanto “engañosa”, pues a pesar de los metros lineales de escaparate el local es realmente minúsculo. Es increíble que en tan reducido espacio se puedan mostrar al público millares de cuchillos, navajas y tijeras, eso sí, magníficamente ordenados para que el cliente pueda elegir lo expuesto sin ningún tipo de problema. En la actualidad, tanto por la calidad, como por el extenso surtido cuchillero y navajero de inmejorables precios –se pueden encontrar artículos desde un euro- hacen de la Cuchillería Viñas uno de los cada vez más escasos comercios especializados en el ramo y uno de los más antiguos, no sólo de Madrid sino de toda España.

Todo esto unido a un trato amable y personalizado por la familia del descendiente del fundador, donde te aconsejan calidades, marcas y el producto adecuado para cada necesidad y siempre teniendo en cuenta la relación calidad-precio, la convierten en un referente de este tipo de industria.
Hoy en día la hija del fundador, Carmen Viñas Martín, regenta y dirige esta peculiar cuchillería, que ya va camino de convertirse en centenaria. Llaman la atención los múltiples y variopintos carteles publicitarios de la época de su creación, todos ellos de chapa esmaltada, que adornan toda su fachada, ensalzando la mercancía y poniendo a prueba la resistencia del transeúnte a echar una ojeada a los escaparates.

Respecto de su habitual clientela, Carmen Viñas dice tener profesionales que incluso vienen desde provincias tan sólo para comprar cuchillos específicos para rebanar el pan, cortar carnes y tocinos o trocear verduras. Pero que también hay un tipo de clientela que viene simplemente a comprar sus cuchillos y navajas por esa belleza inquietante que siempre han tenido las armas blancas y más si son de buen templado acero.

Fuentes: “Madrid diario”, “Urban Idade”, “Urbanity”.
M@driz hacia arriba©2011 | Manuel Romo

8 de diciembre de 2011

Plaza y mercado de la Cebada


El campo o plazuela de la Cebada se formó a principios del siglo XVI, siglo en que estos terrenos eran conocidos como la dehesa de la Encomienda por pertenecer a la Encomienda de Moratalaz de la orden de Calatrava. Existen varias teorías, pero la más plausible es que la plaza de la Cebada debe su nombre al lugar donde se separaba la cebada que traían los labriegos de las cercanías de Madrid y que estaba destinada a los caballos del rey y a los de los regimientos de caballería.

Según el historiador Capmani, en esta plaza se encontraba el Almud de piedra donde los labriegos solían depositar las limosnas para Nuestra Señora de la Almudena. A finales del siglo XVIII y principios del XIX era uno de los principales lugares de la Villa donde nuestra “Santa Inquisición” realizaba sus afamados  ajusticiamientos, en la horca o garrote vil, de los reos de muerte que estaban recluidos en la Cárcel de Corte. En 1824 fue ahorcado el general Riego y en 1837 Luis Candelas al garrote.

La víspera de la ejecución se colocaba un patíbulo en el centro y las campanas de la cercana iglesia de San Millán, demolida en 1869, anunciaban el gran acto al pueblo de Madrid. El uso de la plazuela alternaba este tipo de “espectáculos” con el de un mercadillo callejero que hasta 1868 era tan sólo un simple mercadillo de cajones tapados con trapos y lienzos donde se vendían grano, tocino, legumbres, frutas y verduras que los productores de las afueras de la cerca traían entrando por la Puerta de Toledo.

El llamado Mercado de la Cebada fue en su día el mayor mercado cubierto de Europa y el primer mercado de abastos madrileño que se construyó en hierro colado y cristal, además de ser la primera construcción de grandes dimensiones, 6.323 metros cuadrados de superficie, que se levantó en Madrid. El proyecto, de clara línea francesa, corrió a cargo del arquitecto Mariano Calvo y Pereira, y estaba inspirado en el recién construido de Les Halles, en París. El mercado, explotado por una compañía extranjera, tenía planta de octógono irregular y sólo constaba de dos plantas, ambas divididas en pabellones, base o zócalo de ladrillo, cubierta de zinc y cristal sostenida por un perímetro de arquerías de medio punto, finas columnas de fundición y una rotonda central con una altura mayor que el resto del edificio.

Se adjudicó su construcción a Mariano de la Ripa y los materiales a la fundición parisina Camne y Cía. La primera piedra fue puesta a principios de 1870 y cinco años más tarde se terminó su construcción, presidiendo la inauguración el rey Alfonso XII y el entonces alcalde de Madrid, Francisco de Borja, conde de Toreno, que asistieron a un banquete bajo la nueva estructura. El mercado tomó su carácter municipal desde que lo compró el Ayuntamiento en 1879 en veintiséis millones de reales.

Diversos problemas higiénicos y sanitarios para la conservación de los alimentos -sin la existencia de neveras para conservar los productos, los comerciantes sacaban por las noches las carnes sobrantes del día a lugares frescos de las calles, para evitar que se pudrieran-, e indudablemente intereses especulativos, una torpe política de derribos y una mirada corta, hicieron que las autoridades ni se replantearan una posible reforma ante las soluciones propuestas por los propios comerciantes y decidieron que el mercado fuera totalmente demolido en el año 1956 aunque se encontraba en perfecto estado arquitectónico. El por entonces Concejal de Urbanismo, Joaquín Campos Pareja, se justificó diciendo que tenía problemas de seguridad estructural el edificio.

A pesar de los pesares, la preciosa estructura del mercado de estilo modernista fue sustituida por otra de bastante escaso interés, más vulgar pero más funcional, en esta ocasión obra del arquitecto zamorano Martínez Cubells. El nuevo proyecto constaba de dos plantas bajo rasante, una para los aparcamientos y otra para el almacenaje de los alimentos; y planta baja y primera para uso comercial, además de fábrica de hielo, túnel de congelación y cámaras frigoríficas. Prácticamente el único detalle digno de significar, es haber sido concebida su cubierta con seis enormes bóvedas de hormigón prensado, que es como ha llegado hasta nuestros días.

Fuentes: "Fundación COAM", "Urban Idade", "Urbanity".
M@driz hacia arriba©2011 | Manuel Romo

29 de noviembre de 2011

Crédit Agricole


Edificio proyectado en año 1879, por el arquitecto cántabro Antonio Ruiz de Salces (1820-1899). Precioso edificio de clarísimas trazas neoclásicas que se halla contiguo a las Torres de Colón y que entre otras particularidades, tiene la de poseer el gran honor de figurar en su fachada el número uno del Paseo de la Castellana. Perteneció en un principio a la compañía aseguradora Omnia.

Se realiza una primera ampliación y una primera reforma proyectadas en 1930 por el arquitecto roncalés Eduardo Gambra Sanz y que fueron realizadas entre los años de 1930 y 1935. En 1987 vuelve a ser rehabilitado, curiosamente, para otra compañía de seguros, Mare Nostrum por el arquitecto José Manuel Fernández Plaza, quien respetó, afortunadamente, tanto la fachada como su interior.

El edificio se completó con otro de nueva planta en la parte posterior, que no sobrepasa al edificio principal para que no sea visto desde la Castellana y cuyos sótanos fueron acondicionados para aparcamientos. En la actualidad está ocupado por el mayor grupo bancario en Francia, entidad constituida en 1858, Crédit Agricole Indosuez.


M@driz hacia arriba©2011 | Manuel Romo

22 de noviembre de 2011

Puerta Cerrada


En la confluencia de las calles de Segovia, Nuncio, Cava Baja, Grafal, Tintoreros, Latoneros, Cuchilleros, Gómez Mora, Pasa y San Justo se encuentra la Plaza de Puerta Cerrada donde se contempla tan sólo una tosca cruz, único vestigio de un viaje de agua. En dicha plaza una puerta existió en su día y que tuvo que ser cerrada a causa de los malhechores que al llegar la noche allí buscaban refugio.

Tirso de Molina la recordó de esta manera:
“Como está Madrid sin cerca, a todo gusto da entrada;
nombre hay de Puerta Cerrada, mas pásala quien se acerca.”

Y don Miguel de Unamuno hablaba así de ella:
“La Cruz de Puerta Cerrada, que abre sus anchos y blancos brazos de piedra; una cruz pura , sola, sin Cristo. ¡Líbrenos Dios de bárbaros, sin tierra ni pueblo, a quienes se les ocurra derribarla"

También existió aquí un palacio en el que vivía una tal Doña Laura, viuda de un indiano, amante de turno de Felipe IV. Cuenta la leyenda que unos chivatos anónimos comunicaron a Don Ramiro de Vozmediano, teniente corregidor de casa y corte y también figura siniestra de la Inquisición, que en días alternos una carroza se detenía delante de la mansión de Doña Laura y de la que bajaba un personaje embozado y penetraba en el palacio.

Puesto sobre aviso, el Corregidor montó la oportuna y discreta vigilancia, hasta que una noche los vigilantes le dieron la noticia esperada:
- ¡Ya ha caído en la ratonera!
Falta tiempo para que el tal Vozmediano con escolta y escribanos se persone en el lugar e inste a la dama:
- Sé que escondéis a una persona en vuestros íntimos aposentos. En nombre de su Majestad, entregádmela.
- Entrad y registrad. Tenéis ante vos a la más fiel servidora de Felipe IV. 
Durante el registro el Corregidor observa cierto movimiento en un tapiz que cubría un balcón.
- ¿Qué hay ahí detrás?
- Amén del cierre del balcón, un retrato de cuerpo entero que reproduce la figura de su Majestad.
- ¿Puedo contemplarlo?
- Podéis, pero no os lo recomiendo. Porque es tan real el retrato que quizá su contemplación pueda alterar el buen estado de su Señoría.
Don Ramiro descorre el tapiz, exclamando:
- ¡Dios bendito!
Y vuelve a correr el tapiz mientras dice con voz entrecortada:
- Cierto, cierto que nunca había visto retrato tan perfecto de su Majestad. ¡Tan siquiera entre los mejores que le ha pintado Don Diego Velázquez!


Fuentes: “Madrid” de Miguel de Unamuno, “Leyendas de Madrid” de Jerónimo de Anclares, “Leyendas y anécdotas del viejo Madrid” de Francisco de Azorín.
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

14 de noviembre de 2011

Antiguo Ministerio de Fomento


Este edificio está situado en el número uno del paseo de la Infanta Isabel, junto a la Glorieta de Atocha (glorieta del Emperador Carlos V), y fue construido para albergar al entonces Ministerio de Fomento que inicialmente era un ramo del Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas.
Del proyecto y también de las obras de construcción se encargó en el año de 1893 el arquitecto burgalés Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923), aprovechando que en dicho solar ya existían desde 1886 los cimientos de una antigua Escuela de Artes y Oficios que no llegó a construirse y que a la postre condicionaría el desarrollo del nuevo edificio.

El edificio resultante, concluido en 1897, presenta una planta de forma rectangular retranqueada que se encuentra organizada por dos patios interiores de idénticas proporciones cubiertos ambos por una estructura de hierro y cristal.
Sin desmerecer del resto, quizá lo más destacado del edificio sea el cuerpo central de la fachada, compuesto por un pórtico central de igual altura que la planta baja, que sirve al mismo tiempo de basamento a cuatro pares de columnas gigantes de orden corintio que soportan un arquitrabe y un ático de notables proporciones.

También caben destacar las decoraciones de azulejos y esmaltes, que circundan las cuatro fachadas, obra del ceramista y pintor madrileño Daniel Zuloaga Boneta (1852-1921); las pinturas de Alejandro Ferrant y Fischermans (1843-1917); las imponentes cariátides del pórtico de entrada, obras del escultor catalán José Alcoverro y Amorós (1835-1908), que representan a la Industria y al Comercio, y el no menos colosal grupo escultórico “La Gloria y los Pegasos” coronando el ático.  

Obra que realizó en piedra el escultor catalán Agustín Querol y Subirats (1860-1909), y que más tarde fue sustituido por una réplica en bronce que corrió a cargo del escultor extremeño Juan de Ávalos y Taborda (1911-2006). 
Con la reforma ministerial que se produjo a comienzos del siglo XX, el Ministerio de Fomento fue suprimido y el edificio fue ocupado por el Ministerio de Agricultura y por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, más tarde lo ocupó en exclusiva el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y hoy en día alberga el Ministerio de Medio Ambiente.

Fuentes: "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

8 de noviembre de 2011

Real Academia Española (R.A.E.)


La Real Academia Española se fundó en 1713 por iniciativa del navarro, don Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), Grande de España, marqués de Villena y duque de Escalona. Felipe V aprobó por Real Cédula su constitución con 24 sillones, el 3 de octubre de 1714 y la colocó bajo su “amparo y Real Protección”.
Su propósito fue el de “fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza”. Se representó tal finalidad con un emblema formado por un crisol en el fuego con la leyenda “Limpia, fija y da esplendor y el propósito de combatir cuanto alterara la elegancia y pureza del idioma y de fijarlo en el estado de plenitud alcanzado en el siglo XVI y consolidado en el XVII.

En 1723 se le concedieron 60.000 reales anuales para sus publicaciones. Fernando VI le permitió publicar sus obras y las de sus miembros sin censura previa. Se tomaron como modelo para su creación la Accademia della Crusca italiana (1582) y la Academia francesa (1635). El edificio que alberga en la actualidad la institución, situado en la calle Felipe IV, fue construido especialmente para ella por el arquitecto don Miguel Aguado de la Sierra (1842-1896), en estilo neoclásico, en unos terrenos del conjunto del Buen Retiro cedidos por la Casa Real.

Esta nueva sede se inauguró en 1894 con la asistencia de la regente María Cristina de Habsburgo y el rey D. Alfonso XIII. En 1784 María Isidra Quintina de Guzmán y de la Cerda (1768-1803), primera mujer con el título de doctor por la Universidad de Alcalá, fue admitida como académico honorario y, aunque pronunció su discurso de agradecimiento, no volvió a comparecer más. Fue probablemente la primera mujer académica del mundo, y no volvió a haber otra fémina hasta la elección como académica de número de Carmen Conde en 1978.


Fuentes: "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "La Ilustración Española y Americana".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

4 de noviembre de 2011

Adiós a “Super Sic”


Este domingo 6 de noviembre, con motivo del Gran Premio de la Comunidad Valenciana en el circuito Ricardo Tormo de Cheste (Valencia), última prueba del Mundial de Motociclismo de 2011, este blog “M@driz hacia arriba” y Manuel Romo, su administrador, expiloto, todavía usuario y por siempre aficionado incondicional a este deporte de las dos ruedas, quieren rendir este pequeño homenaje al recientemente desaparecido piloto de MotoGP, Marco Simoncelli. 
¡Va por ti Super Sic!.
Ciao.

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

25 de octubre de 2011

Madrid desde arriba

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Allá por el año 1981 el trágicamente desaparecido cantautor madrileño Hilario Camacho sacaba al mercado discográfico un tema, que en su primera estrofa decía:  
“Madrid amanece con ruido, con humo y oscuros borrones flotando entre nubes”

Indudable y desgraciadamente ésta suele ser la tónica general, salvo en contadas ocasiones, de un despertar cualquiera en nuestro querido Madrid. Pero yo he tenido la gran suerte de conseguir cazar al vuelo, porque haberlos haylos, unos cuantos días de esas honrosas ocasiones. 
Y la verdad es que si entre Madrid y el cielo no existiera esa ya habitual boina gris oscura que asfixia nuestros pulmones y nubla nuestra vista, nos dejaría ver una fantástica ciudad con multitud de tejados rojos, la mayoría centenarios, con ese peculiar estilo milenario y tan nuestro, como lo es el de cualquier pueblo manchego. 

La mayoría de los mortales, al no estar acostumbrados a observar Madrid desde tales alturas, al menos yo, miramos maravillados desde esta perspectiva y, aún suponiendo que nos conocemos nuestra ciudad al dedillo, nos damos cuenta de que nos desorientamos, pues perdemos las referencias y por tanto calculamos mal las distancias y nos sorprendemos de lo cerca, de lo lejos, de las dimensiones o de la orientación en la que están ciertos edificios bien reconocibles.
Es tal el “caos organizado” que se divisa desde aquí arriba, que tengo que tomar como referencia la cúpula de un más que reconocible edificio emblemático, pongamos por ejemplo la de San Antonio de los Alemanes, para darme cuenta de que me cuesta un buen rato de observación hasta que puedo ir reconociendo zonas un poco más definidas. 

Deduzco que la calle que vislumbro a la izquierda de la iglesia tiene que ser la calle del Pez, que puesto que veo otra cúpula un poco más cerca de mí, tendría que ser la de la iglesia de San Martín y que otra cúpula que se divisa hacia el norte de la Hermandad del Refugio tiene que ser la de la iglesia de Montserrat, puesto que veo hacia el Oeste las imponentes moles de la Torre de Madrid y el edificio España y hacia el Este la parroquia de San Ildefonso y más hacia el Este aún los imponentes picachos de las Salesas Reales. 
Y así, poquito a poco, disfrutando y divirtiéndome, voy componiendo mi particular planimetría de Madrid. Ahora admiro mucho más si cabe los planos del señor Texeira y pienso en las dificultades con las que se tuvo que topar este buen hombre para poder visualizar desde pie de calle el conglomerado de casas y calles de la época y cuánto más fidedignos hubieran sido sus cálculos de haber dispuesto de alguno de estos privilegiados observatorios. 

M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

18 de octubre de 2011

El escudo de Madrid


El emblema de Madrid siempre ha dado lugar a controversias, más o menos fundadas, sobre sus variaciones sucesivas. Ya en el siglo XIII, durante el reinado de Fernando III el Santo (1199?-1252) figuraba el oso, probablemente por los muchos que abundaban en la región, según afirma el “Libro de Montería” del rey D. Alfonso XI, donde se dice que Madrid “era buen lugar de puerco y oso”.

Posteriormente se pintaron en la piel de éste las siete estrellas, que después pasaron a la orla del escudo y que los genealogistas afirman que es una alusión a la constelación llamada vulgarmente El Carro. Hay quien defiende la teoría, creo que descabellada, de que es porque la villa de Madrid se hallaba ubicada en la Carpetania, y que Carpentum quiere decir carro en latín.

Tampoco hay aclaración suficiente sobre la presencia del madroño al que se abalanza el oso en las modernas armas de Madrid, y sólo se consigna que el motivo de esta actitud del animal ante un árbol, hacía alusión a reñidos pleitos que hubo en el año de 1222, entre el Ayuntamiento y el Cabildo eclesiástico de la Villa, sobre unos derechos a ciertos montes y pastos en las cercanías del castillo, los cuales concluyeron con una concordia en la que se estableció que perteneciesen al Ayuntamiento de la Villa todos los pies de árboles y al Cabildo todos los pastos.

El litigio casi salomónico tuvo como final y para su memoria que se pintase para el Cabildo una osa paciendo en la hierba y que para el Ayuntamiento se la pusiese incorporada a las ramas de un madroño. También se ha pintado algunas veces un dragón alado como emblema de la villa, en alusión al que dicen que se halló esculpido en Puerta Cerrada, pero este mal llamado dragón no era sino una culebra, según el mismo dibujo que estampa el maestro López de Hoyos y su copia pintada, en el techo de una de las salas del Archivo del Ayuntamiento de Madrid.

Las armas, en fin, de la Villa de Madrid son hoy, de plata, el madroño de sinople terrasado de lo mismo, frutado de gules, acostado de un oso empinante de sable y superado por una corona cívica de sinople; bordura de azur, cargada de siete estrellas de plata y, al timbre, corona real”. Esta última concedida por el emperador don Carlos V, en las Cortes de Valladolid de 1544, a los procuradores de la Villa de Madrid, que pidieron este honor para su patria.


Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo

10 de octubre de 2011

Monasterio de la Encarnación


El Monasterio de la Encarnación fue fundado por Margarita de Austria, esposa de Felipe III, tras una promesa si se expulsaba de la península ibérica a los moriscos. Se puso la primera piedra del monasterio en 1611 justo donde se levantaría el altar mayor y se inauguró en 1616. Las monjas recoletas de la orden de San Agustín, llamadas Margaritas por su fundadora, llegan de Valladolid a ocupar el edificio ya consagrado por el arzobispo de Braga. 

Se atribuye el proyecto a Juan Gómez de la Mora o a fray Alberto de la Madre de Dios o a Francisco de Mora, tío de Juan. La fachada es de granito con tres arcos de medio punto, siendo el central de mayor tamaño. En la primera planta de la fachada un relieve en mármol de la Anunciación atribuido a Miguel Ángel Leoni y flanqueado por dos ventanas. En la planta superior un balcón central con un escudo a cada lado. El conjunto, bordeado por dos pilastras que acaban en un frontispicio triangular con una cruz en el vértice y dos bolas, también de granito, sobre pedestales en los extremos. 

La iglesia es de nave única con crucero y cúpula. Al ser la fachada retranqueada queda un atrio cerrado con una verja. En el siglo XVIII a causa de un incendio fue reformado por Ventura Rodríguez y a finales del siglo XIX se terminó la fachada del convento que da a la Calle de San Quintín. El edificio está unido subterráneamente por un pasadizo con el Palacio Real. El altar mayor de mármoles y bronces consta de 4 columnas corintias y una Anunciación de Carducho y las estatuas laterales de San Agustín y Santa Mónica, tallas de Gregorio Fernández. Los dos altares laterales del crucero están dedicados uno a San Felipe y otro a Santa Margarita en lienzos también de Carducho. 

A través del tiempo fue decorado con obras de Bartolomé Román, Bayeu, Gregorio Ferro y Ginés Aguirre. En 1965 fue abierto al público el museo del Convento y en él se pueden observar obras de Lucas Jordán, Vicente Carducho, Juan Carreño, José Ribera, Antonio Palomino, Pedro de Mena, Gregorio Fernández y Salcillo, entre otros, y no hay que olvidar el famoso recipiente con la sangre de San Pantaleón que se licúa cada 27 de julio,…“si no ha sido año de desgracias”. Malos tiempos corren para que se obre el fenómeno. 


Fuentes: "Madrid Villa y Corte" de Pedro Montoliú Camps, "Urbanity", "Postales Antiguas de Madrid" de Ediciones La Librería, "Ayuntamiento de Madrid", "Archivo Histórico Regional", "Viejo Madrid", "Sociedad Española de Librería", "Museo Municipal de Madrid".
M@driz hacia arriba© 2011 | Manuel Romo